martes, 26 de abril de 2016

BIOGRAFIA. PARTITURA. PIANO. EN EL ALMIRANTE GRAU. VALS. PEDRO ANGEL CORDERO Y VELARDE. PERU

El autodenominado “Apu Capac Inca, Emperador del Perú y Conductor del Mundo; Soldado de Tierra, Mar, Aire y Profundidad; Rey de Financistas y Mago del Estado por Voluntad Divina” fue un personaje popular en la decada del 50. Aqui su historia.

Nacido en 1885, en Cerro de Pasco y de padres ayacuchanos, desde muy joven dedicado a la musica, a principios de 1900 dirigia una orquesta sinfonica: el “Centro Musical Slavo del Cerro de Pasco” de notable exito. En la primera decada del siglo pasado dirigia a “La Cosmopolita”, Banda de Música de la Benemérita Compañía de Bomberos Salvadora No 1. Alegre y parlanchin a medida que pasaban los años sus inocentes palomilladas, fueron adquiriendo caracteres alarmantes. Ya no eran simples bufonadas o chistes, sino locuras que iban adquiriendo tonos que salían del carril de la normalidad. A estas actitudes fuera de tono, aunque risible para la mayoría, el pueblo las bautizó como “corderadas” en directa alusión a su apellido. Hacia 1920, se despidio con un solemne discurso de su pueblo, convencido que Cerro de Pasco le habia quedado chico para su futura "grandeza" y decide venir a Lima.

Llegado a Lima, se aloja en un solar de la calle San Ildefonso (primera cuadra del actual Jr. Andahuaylas, cerca a la Escuela de Bellas Artes), donde durante diez años dirigio una orquesta sinfonica con jovenes musicos peruanos. Le iba muy bien en esta labor hasta que el terremoto del 40 destruyo su vivienda, instrumentos, partituras y todo lo que tenia. Esto lo afecto aun mas mentalmente, no obstante se repuso y continuo enseñando musica durante los años siguientes.

Conocedores de sus sueños de grandeza y exorbitantes ambiciones, el periodista peruano Federico More y el músico ayacuchano Osmán del Barco –exitosos personajes aquellos días- deciden jugarle una broma y en el periódico EL HOMBRE DE LA CALLE que publicaban, le insinúan que se postule a la Presidencia de la República. Emocionado el hombre otorga poderes plenos a sus mentores para que lo inscriban. Informado posteriormente que había perdido los comicios nacionales, cae en una depresión profunda. Fue suficiente. Persiguiendo la inalcanzable quimera del poder, había despilfarrado todas sus propiedades. Cuando se dio cuenta del engaño, derrotado y empobrecido, más solo que nunca, en el clímax de su locura, le quedó la fantasía de que no sólo era Presidente del Perú sino también, “Apu Capac Inca, Emperador del Perú y Conductor del Mundo; Soldado de Tierra, Mar, Aire y Profundidad; Rey de Financistas y Mago del Estado por Voluntad Divina” y, claro, comenzó a ejercer su “mandato presidencial”.

En su desquiciada fantasía, había logrado asumir la Primera Magistratura de la Nación. A partir de entonces se le veía ataviado con una llamativa indumentaria. En honor a su alta investidura lucía un chaquet negro de solapas grasientas tachonado de llamativas condecoraciones de hojalata y espejuelos cruzado por la “Banda Presidencial”. Su infaltable sombrero de tarro, desgastado y fileteado de roturas y magulladuras, realzaba su serio continente. Su paso siempre raudo y parsimoniosamente serio, -camino de cualquier parte-, lo conducía arrebatado entre risas y comentarios de los viandantes del famoso jirón de la Unión. Cuando alguien, siguiéndole la corriente, le preguntaba adónde iba, invariablemente contestaba:
—¡Estoy muy apurado, me necesitan en Palacio!. Tengo una cita muy urgente- y continuaba siempre arrebatado a grandes trancos a cumplir con su imaginaria cita.
Era muy común verlo pronunciar extensos discursos cargados de entusiasmo como de risibles propuestas de Gobierno. 

Publicaba un periodico llamado "El Leon del Pueblo", del que se encaragaba de editar, imprimir y distribuir el mismo. A pesar de su enajenacion visible y causa de burlas para la mayoria, lograba ser reconocido y mencionado casi siempre en diarios y por los politicos de la epoca. Se cuenta que una ocasion hubo un conclave de politicos para elegir un candidato que los represente en las proximas elecciones, y reunidos estaban en un salon muy elegante cuando de pronto, nuestro personaje ingresa y pide la palabra. Se la dieron.

Pedro Cordero y Velarde en el famoso conclave 
Guillermo Thorndike en “Los apachurrantes años 50″ recuerda ese pasaje asi:  “Entonces llegó, un anciano de levita negra y pantalón listado, discretamente zurcido, con hongo, bastón y escarpines viejos que cubrían sus humildes zapatos acabados de lustrar. No viajaba en limusina con chofer, ni nunca había estado en París, ni parecía de este mundo. Pero toda la tragedia del Perú al que no habían invitado los dominicos se abrillantaban en la locura de sus ojos. Su sola aparición enmudeció el discurso. Avanzó con dignidad por el salón repleto de personajes hasta sentarse a un lado, más bien en el coro que entre los potentados, en primera fila y cerca de la presidencia. Wiese y Miró Quesada se miraron sin saber qué decir. Los fogonzazos de los fotógrafos se concentraron en el Apu Inca Verdadero. Hasta ese instante, los pretendientes habían discurseado de Dios, la Patria, el orden establecido, nuestras sagradas instituciones, la paz pública, el luminoso porvenir de nuestros hijos. ¿De qué podrían hablar ahora, frente a la faz demacrada de un Perú que rara vez había sido feliz?. Con respetuosa solemnidad, Cordero y Velarde escuchaba a los principales. Después intervino en su condición de Apu Inca Verdadero y del desorden de sus palabras se supo que otra era la paz solicitada por el pueblo y que no era justicia de todos aquella que preocupaba a los poderosos de la tierra. No su voz, sino el ridículo de aquellos príncipes forzados a escucharlo, convirtió el cónclave en el más grande fiasco de la derecha peruana. Al día siguiente, “La Prensa” destacó en primera plana a Cordero y Velarde junto a los organizadores de la transición presidencial. La gente carcajeó durante semanas, meses. Y casi nadie reparó que, por fin, el Apu Inca Verdadero había modificado una parte de la historia del Perú”.

Pedro Ángel Cordero y Velarde, el viejo músico de la “Cosmopolita” del Cerro de Pasco, el arrebatado candidato cerreño a la Presidencia del Perú, murió pobre y abandonado en un viejo callejón limeño, signado con el número 123 de Carmen Alto, en el Jirón Junín de Lima. Nadie reclamo su cuerpo en la morgue y fue arrojado a la fosa común. Era el 18 de diciembre de 1961.

Fuente:
Pueblo Martir, Pedro Ángel Cordero y Velarde




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